Camila Fernández tenía 17 años y estaba cursando el último año del secundario en Tigre, Argentina, cuando les dijo a su mamá y a su hermana que la esperaran detrás de la puerta del baño mientras ella miraba cómo dos rayitas de colores teñían el marcador de su test de embarazo y confirmaban sus sospechas. “Quedé embarazada sin planificarlo en el último año del secundario”, dice cuatro años después en diálogo con LA NACION.
La experiencia del embarazo en la adolescencia
Días atrás de ese episodio, se sentía mal, su panza “se movía” y estaba mareada, pero el malestar se lo adjudicaba a un plato que había cocinado su papá “con mucha grasa”. Lloró desconsoladamente, abrazó a su familia y se lo contó a su novio, Braian Torres. Estaban juntos desde los 14 años y usaban preservativos como método anticonceptivo y para prevenir enfermedades. Un día se descuidaron, pero la decisión no estuvo basada en su deseo de ser padres.
La ecografía fue contundente y convalidó el resultado del test: estaba embarazada de 20 semanas y, a pesar de la reticencia de su padre, Camila y Braian no titubearon. Serían padres en cuatro meses y continuarían con sus estudios. “Era el último año y sabía que si dejábamos iba a ser más difícil conseguir trabajo después”, dice Camila, quien hoy tiene 21 años y es la mamá de Matías.
“Estuve embarazada al mismo tiempo que dos profesoras y me alentaban para que hiciera la tarea y no me quedara dormida en clase, porque cuando estás embarazada tenés mucho sueño”, recuerda Camila. “Mis amigas me ayudaban y me regalaban golosinas cuando tenía antojos”, dice entre risas, aunque admite que ” al principio se enojaron porque estábamos a punto de irnos de viaje de egresados y yo al final no pude”. Cuenta que a los siete meses ya no podía caminar por el tamaño de su panza y terminó la escuela a distancia. “Pedía los trabajos y los hacía en mi casa”, relata. En diciembre de 2015, embarazada de 8 meses, ella terminó el secundario.
Camila cuenta que recibió clases de educación sexual de la Fundación Huésped antes de quedar embarazada e incluso trabajó durante dos años con un equipo de la organización para contribuir en las clases de derechos sexuales y reproductivos en otras instituciones. Sin embargo, dice que “la planificación de estas clases excedía a la escuela y no se trabajaba en los contenidos de las materias”.
Estadísticas que preocupan
Un día de enero de 2015, Camila fue una de las 300 adolescentes en convertirse en madre en la Argentina. Para 240 de ellas fue su primer parto. Las 60 restantes ya tenían uno o más hijos. El 70% de esos embarazos, es decir 210, no fueron planificados, según las últimas estadísticas a nivel nacional provistas por Unicef. La representante adjunta de Unicef, Ana De Mendoza, profundiza el análisis de las cifras y apunta: “Los embarazos de madres adolescentes suponen el 15% de todos los nacimientos en la Argentina. Es una cifra que se mantiene estable en los últimos 25 años y la Argentina no ha logrado bajarla”.
Pese a que no se puede limitar el embarazo no planificado a una única causa, las estadísticas reflejan que el contexto y el nivel socioeconómico son determinantes centrales: “La maternidad en la adolescencia es más frecuente entre sectores vulnerables y con menor nivel educativo. Casi la mitad de las adolescentes se encuentran fuera del sistema educativo al momento de embarazarse y uno de cada cuatro no logra completar la escuela primaria. La situación empeora, en términos de brechas y desigualdades, si se analiza la información a nivel provincial. En provincias como Chaco, Formosa y Misiones uno de cada cuatro nacimientos es de madres adolescentes”, afirma De Mendoza.
La semana pasada, Fundación Huésped publicó los resultados que arrojó una encuesta acerca de la implementación de la Ley de Educación Sexual Integral a nivel nacional y una de las variables de análisis eran los embarazos en las escuelas. Siete de cada diez entrevistados señaló haberlo visto. Frente a esta situación, el 45% destacó que lo que predomina es la charla informal entre los estudiantes. Sólo un 39% menciona algún abordaje por parte de personal de la institución, mientras que un 38% indica que directamente no se habló del tema.
Cecilia Valeriano, coordinadora del programa de Movilización Social y Redes de Fundación Huésped, subraya un dato que, según ella, se podría subsanar a través de la correcta implementación de la ley de ESI: “Los embarazos se producen pero no hay un trabajo pedagógico para reflexionar sobre ese tipo de situaciones en la escuela; es un disparador que no se aprovecha. La ley se centra en el fortalecimiento de los derechos sexuales y reproductivos y tiene que ver con la construcción de ciudadanía, les da a los estudiantes herramientas para tomar decisiones sobre sus propios cuerpos, sobre cuándo tener relaciones, con quién, en qué momento y cuándo pensar en un embarazo y cuándo no”.
Por otro lado, destaca que no es un hecho aislado, sino que es un fenómeno muy complejo y multicausal: “El acceso a un método anticonceptivo es fundamental, pero antes es esencial que los y las adolescentes sepan que tienen derecho a acceder y que sepan que pueden ir sin acompañamiento de sus madres, padres y tutores a una consulta y, además, es necesario que el sistema de salud los reciba y sepan que es su derecho”, ejemplifica.
Asimismo, señala que se ponen en juego factores políticos y culturales que obstaculizan el acceso a los derechos: “Los y las adolescentes pueden no conocer sus derechos y hay que trabajar en promover la demanda, pero que el Estado no los conozca implica una vulneración de los derechos de los jóvenes”, dice en relación con la política. En lo tocante a la cultura, menciona “la internalización del estigma”: “Hay muchas cosas que una adolescente no va a hacer porque presume que no se la va a respetar, como acudir a un centro de salud o consultar con otras personas. Si una adolescente llega embarazada a cualquier espacio hay una mirada sancionadora sobre ella; son prejuicios que tenemos como sociedad”.
Al atravesar todos los niveles escolares, la ley propone trabajar con la sexualidad desde el inicio del trayecto escolar y su cumplimiento es obligatorio. “Esto no garantiza que no existan más embarazos no planificados, pero a mediano plazo creemos que va a permitir que las personas puedan llegar en mejores condiciones para tomar decisiones y tener entornos que puedan acompañarlos mejor en el tránsito de la toma de decisiones”, concluye Valeriano.
Una campaña para la prevención del embarazo adolescente
En el contexto de la semana de la prevención de los embarazos no deseados, diversas organizaciones sociales comprometidas con garantizar los derechos de adolescentes lanzaron una campaña enfocada en “el consentimiento en las relaciones sexuales para que sean placenteras y seguras”. El eje central es desnaturalizar la coerción y la violencia sexual y garantizar el derecho de los y las adolescentes a decidir si quieren o no tener sexo, cuándo, dónde, cómo y con quién.
En la página web de la campaña “Querer Posta” enumeran la multiplicidad de causas que, según las organizaciones, resultan en embarazos no planificados: “Las dificultades para el acceso a servicios de salud y a la interrupción legal del embarazo; la falta de información sobre el derecho a planificar embarazos; la insuficiente educación sexual que llega a las escuelas; las representaciones sociales estereotipadas de los roles de mujeres y varones; y el abuso y la violencia sexual”.
Fuente: La Nación