“Aunque una cesárea programada es mejor que una de emergencia nos perdemos de algo maravilloso”

Una mamá cuenta como se sintió al tener a su segundo bebé en una cesárea programada y la compara con la cesárea de emergencia de su primer hijo. ¿Qué puede tener de positivo esta última?

"Aunque una cesárea programada es mejor que una de emergencia nos perdemos de algo maravilloso"

Cuando descubrí que estaba embarazada de nuestro segundo hijo me sentí emocionada, además de que sentí que tendría una nueva oportunidad para tener un parto más tranquilo que el primero.

El nacimiento de nuestro primer hijo fue casi interminable: fueron tres largos días, un procedimiento de fórceps fallido y finalmente una cesárea de emergencia.

Tal como me dijo una amiga después de contarle como fue la llegada de mi bebé, pienso que esta fue la peor experiencia que he escuchado.

Por todo lo que pasé en mi primer parto y por consejo de mi doctor, decidí que la segunda vez planificaría mi cesárea. ¡Sí, estaba asustada! Recordé al doctor cuando me dijo que el ritmo cardíaco de mi bebé estaba disminuyendo y necesitaban sacarlo inmediatamente. La verdad no quería pasar de nuevo por eso.

Superando el trauma

Pasado el susto del primer parto, mi bebé y yo nos recuperamos y comenzamos nuestra nueva vida en familia. Desde el primer momento que lo tuve en mis brazos lo único que podía sentir era amor y una conexión especial que en los últimos 5 años se ha mantenido intacta.

Para el nacimiento de mi segundo hijo fue todo tranquilidad, me dieron una fecha para la cesárea, preparé mis cosas y las de mi bebé. Salí de casa completamente organizada e incluso dejé listos los preparativos para la fiesta de mi otro hijo quien cumplía años tres días después.

Lo que sentí con cada parto

Cada parto, a pesar de que ambos fueron cesáreas, fueron muy diferentes entre sí y me enseñaron algunas cosas.

Mi primer parto fue una experiencia de pánico y tuvo que ser rápid0. No tengo recuerdos de la inyección la anestesia peridural o de cómo fue todo el proceso de la operación.

Muy distinto fue con mi segundo bebé. Durante la cirugía me encontraba totalmente despierta. Solo evitaba mirar hacia donde tenían los instrumentos y traté en lo posible de no oír de lo que hablaban el doctor y su asistente. Lo único que escuchaba mi mente era “¡Baja la cabeza y sube la panza!”.

En cuanto la epidural entró a mi organismo, comencé a dejar de sentir la parte baja de mi cuerpo. Evidentemente mi mente sabía que esperar, pero esta sensación fue otra cosa. Lo primero que hice fue agarrar a mi esposo fuertemente de la mano y le repetí en todo momento que no sentía los dedos de mis pies.

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Todo fue muy rápido: de repente vi un par de piernitas y la colita hermosa de mi bebé sobre mí. Y entonces mi doctor dijo: “¡Está buscándote!”.

El contacto piel a piel

Algo de lo que me perdí en mi primer parto fue que no hayan puesto a mi bebé sobre mi pecho justo en el momento en que lo sacaron debido a las complicaciones que tuvimos.

Pero en mi segundo parto sí fue algo inmediato, mi bebé instantáneamente buscó mi pecho y con su boquita comenzó a mamar. Y allí estuvimos durante una hora que fue lo que tardaron en terminar la cirugía y en llevarnos al área de recuperación.

Mi esposo estaba feliz, y decía, “¡esta ha sido la mejor experiencia de mi vida!”.

De regreso en mi habitación, con todo listo para pasar la noche, un pensamiento llegó a mí de repente. Todo había sido muy tranquilo, tal como lo esperaba, pero sin embargo sentí que algo faltaba.

Las ganas de tener a mi bebé en mis brazos y de darle todo mi amor evidentemente estaban allí, pero me faltaba esa embriaguez de hormonas que tuve con mi primer hijo. Lo único que sentía era una extraña picazón producida por la morfina.

Una experta en partos comenta que cuando se planifica una cesárea y se hace todo de esta manera, esto que me pasó es el resultado esperado ya que no experimenté los ciclos hormonales de un parto natural.

Además, ella también remarcó que nuestra creciente dependencia a la intervención médica durante el parto significa que las mujeres se pierden de algo muy importante a nivel vincular.

Le tenemos fobia al dolor

“Creamos una fobia paralizante al dolor”, comenta la experta. “Pero el dolor durante el parto natural lleva a las mujeres a querer pujar fuerte y alcanzar sus picos de resistencia, no como la experiencia de los corredores de maratón después de alcanzar el pico de la montaña. Se usa para impulsarte hacia adelante para que puedas conocer a tu bebé”.

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Cuando ya superamos la cresta de dolor durante el parto, la recompensa es una ola de endorfinas y oxitocina, que trabajan en conjunto para terminar de establecer una conexión entre madre e hijo. Pero no solo eso, también impulsa el proceso para comenzar con la lactancia materna.

“Los partos llevan a la mujer a vivir con sus instintos, y madre e hijo pueden unirse debido a la transferencia de hormonas. La mamá y el bebé responden de manera instintiva: los seres humanos siempre reconocen a sus niños. Ellos están relacionándose conscientemente y esa fusión los ayuda a entenderse y a aprender: este es uno de los grandes regalos del parto natural” agregó la especialista.

Cuando observo ambas experiencias de parto, la teoría de la experta adquiere mucho sentido para mí.

Ese éxtasis hormonal que experimenté después del nacimiento de mi primer bebé fue embriagante, y esta había sido mi primera experiencia con la maternidad. En cambio, en el segundo parto, esa embriaguez emocional estuvo ausente.

Por eso ahora puedo decir que aunque una cesárea programada es mejor que una de emergencia nos perdemos de algo maravilloso. Obviamente esta la vida de nuestro bebé en juego y esto es lo que más importa.

Cada experiencia de parto es distinta y lo importante para nosotras como mamás es sentirnos seguras y que contamos con todo el apoyo durante el proceso de traer al mundo a nuestro pequeño.

Lucy Kippist

¿Y tú? Cuéntanos cómo te sentiste en tu cesárea de emergencia o programada. ¿Cuál fue tu primera reacción?

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