Cómo manejar el estrés durante los tratamientos de infertilidad

Cómo manejar el estrés durante los tratamientos de infertilidad

Ansiedad, depresión y estrés durante los tratamientos de infertilidad

Ansiedad y depresión son dos estados que viven con frecuencia quienes deben afrontar tratamientos de fertilización. Una exagerada atención en los detalles, en la búsqueda de información, en el chequeo de cada parte del proceso o en la lectura de los síntomas, son algunos de los rasgos característicos de hombres y mujeres que se encuentran bajo los efectos de la ansiedad, a la espera de la confirmación de un embarazo.

Lo opuesto a este estado, está representado por la depresión, fase en la que sobreviene el sentimiento de pérdida o frustración. En cada intento fallido se produce un pequeño duelo por lo que “podría haber sido”, por la oportunidad perdida de haber alcanzado el sueño tan anhelado. La desilusión que produce un resultado negativo significa una toma de conciencia del esfuerzo singular frente a la imposibilidad de alcanzar el embarazo.

Ansiedad y depresión: un círculo vicioso

Por eso, lo primero que hay que saber es que SIEMPRE que hay ansiedad sobreviene la depresión y, a la inversa, SIEMPRE que hay depresión se va a presentar la ansiedad. Estos dos sentimientos mantienen una conexión invisible entre ellos. Uno se alimenta del otro. Por eso, antes de encarar un tratamiento hay que tener en cuenta:

  • Prepararse emocionalmente para la búsqueda
  • Tener presente que en la mayoría de los casos se requiere de varios intentos hasta lograr la concepción.
  • Organizar actividades placenteras para los periodos de espera de diagnóstico y/o embarazo.
  • No estar pendiente de cada uno de los síntomas
  • Reducir la ansiedad y enfocarse en el tiempo y espacio presente
  • Buscar apoyo terapéutico
  • Rodearse de un entorno familiar y social positivo
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A la espera de un resultado positivo

Uno de los momentos más difíciles para una pareja suele ser el de la Beta-Espera, esas semanas que transcurren luego de la inseminación o transferencia de embriones hasta la obtención de la Beta-GCH, prueba que confirmará el embarazo. Este período –que dura aproximadamente 15 días- suele estar cargado de ilusiones, expectativas y conductas que buscan vivir anticipadamente el embarazo. Es habitual que la mujer sienta náuseas, cansancio, sueño, que esté irritable o que vaya varias veces al día al baño para detectar eventuales pérdidas, síntomas que en la mayoría de los casos tienen más que ver con la ansiedad que con el desarrollo concreto del embarazo.

En cualquier aspecto de la vida, la situación de espera implica la aceptación de los propios límites, la comprensión de que somos parte de un proceso; en otras palabras, entender que concretar el propio deseo no depende solamente de la voluntad. Aún en los aspectos más íntimos, dependemos de los otros. En el caso de la infertilidad, se depende de la Ciencia, del médico especialista que implementará el mejor tratamiento.

Pero ¿qué hacer para que esa espera no nos vuelva sujetos pasivos, personas sometidas al vaivén emocional que indudablemente implica atravesar la infertilidad? ¿Cómo transformar esa espera en una oportunidad para crecer?

  • No volvernos “especialistas” en reproducción. Para eso están los médicos.
  • Darle lugar a la emoción. No hacer de cuenta que no pasa nada.
  • Ponerle palabras a los sentimientos y encontrar un espacio para hablar de ello.
  • No anticiparse. Anidar no es sólo un proceso biológico.
  • Buscar singularmente la conexión con la paternidad y luego compartirla con la pareja. No al revés.
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