Los anticuerpos del COVID-19 se desarrollarían únicamente en el 10% de los infectados

A veces el patógeno es atacado por la inmunidad innata y no por la inmunidad adaptativa. Lo que detectan los test es el resultado de esta última.

Los anticuerpos del COVID-19 se desarrollarían únicamente en el 10% de los infectados

Cada día que pasa, cientos de científicos se dedican a estudiar al virus que hoy nos tiene confinados en nuestros hogares, por ello, cada vez conocemos más al respecto. Algunos descubrimientos son realmente positivos, mientras que otros son bastante negativos. Sin embargo, un profesor ha sacado a la luz algo que, aunque a simple vista parece desalentador, en realidad es una guía que nos muestra cual podría ser el camino correcto para encontrar una solución.

Los anticuerpos podrían no llegar a formarse

Recientemente, el profesor Karol Sikora, un asesor de la OMS de origen inglés, ha dado una declaración que ha encendido muchos debates con respecto al nuevo coronavirus.  Y es que, según este profesional, cabe la posibilidad de que solo un 10% de la población que ha superado la infección (inmune-privilegiados) desarrolle anticuerpos específicos para el mismo

Considerando el hecho de que hoy en día la mayoría de las pruebas para diagnosticar al COVID-19 se basan en la detección de anticuerpos, esto podría significar que una gran porción de los infectados se mantiene sin ser identificadas, por lo que las proporciones de la pandemia podrían ser mucho más grandes.

Para justificar su declaración, Sikora alega que los anticuerpos son solamente parte de uno de los mecanismos utilizados para defendernos de las infecciones virales, y no son los primeros en actuar. Por ello, puede ser completamente normal que una persona se infecte con el nuevo coronavirus (así como cualquier otro virus o patógeno) y que, luego de superarlo, no cuente con anticuerpos suficientes en su plasma como para que estos sean detectados.

La inmunidad depende de muchos factores

La teoría del profesor inglés no es nada descabellada, ya que, ciertamente, nuestro sistema inmune cuenta con dos clases de inmunidades. La inmunidad innata y la inmunidad adaptativa.

La inmunidad innata es considerada nuestra primera línea de defensa, ya que ataca de forma inmediata e indiscriminada a cualquier patógeno que ingrese en nuestro organismo. Además, al activarse, la misma se estimula a otros elementos del sistema inmune para que también sean activados. Su principal componente son los linfocitos T.

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Por su parte, la inmunidad adaptativa tarda mucho más en ser activada, y su mecanismo de acción consiste en identificar y atacar al patógeno de manera organizada. En esta se encuentran las células de memoria y (responsables de recordar la forma correcta de combatir a un patógeno en caso de una futura infección) y los linfocitos B (que son los responsables de generar los anticuerpos).

Además, muchos expertos indican que aún existen elementos del sistema inmune que no han sido descubiertos (siendo estos conocidos como “materia oscura inmune”) y que los mismos podrían tener funciones de importancia en la detección y eliminación de patógenos.

Según Sikora, tras entrar al organismo, el nuevo coronavirus bien podría ser eliminado por algún elemento de la inmunidad innata, algún elemento de la inmunidad adaptativa distinto con el que no sea necesaria la formación de anticuerpos o bien, con algún otro elemento del sistema inmune aún desconocido para nosotros.

Hay investigaciones que respaldan esta teoría

Para respaldar su hipótesis, el profesor Sikora se apoya en muchos estudios recientes, los cuales aseguran que una gran cantidad de las personas que han superado al COVID-19 presentan una cantidad bastante baja de anticuerpos específicos para dicho virus.

El ejemplo más famoso que el profesor suele citar es uno llevado a cabo en la Universidad Rockefeller, ubicada en Nueva York. En el mismo, fueron estudiadas 149 personas, las cuales habían superado al COVID-19. Luego de muchos exámenes médicos, descubrieron que todos estos pacientes fueron capaces de generar anticuerpos para combatir al nuevo coronavirus, pero en proporciones bastante variadas. Solo en un 10% de los pacientes había una cantidad “adecuada”, mientras que en un 33% de estos, la cantidad de anticuerpos era “prácticamente indetectable”.

Esto es interpretado por muchos profesionales de la salud como una señal de que, en la mayoría de los casos, la infección fue eliminada antes de que los anticuerpos lograran formarse de manera óptima. 

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Muchos consideran que este hecho hace ver a las pruebas diagnósticas que actualmente se utilizan como “poco efectivas”, y contemplan la posibilidad de que la cantidad de personas que han estado expuestas al virus hasta la fecha sea inmensamente mayor.

Una vacuna clásica podría no ser efectiva

Este hecho, aparte de afectar la credibilidad de las pruebas diagnósticas basadas en anticuerpos que hoy se utilizan, también afecta a muchas de las investigaciones que hoy en día se están llevando a cabo para encontrar una vacuna.

Debemos recordar que estas exponen nuestro organismo a una versión “inactiva” del virus para que así el sistema inmune sea capaz de generar memoria y, posteriormente, crear anticuerpos que acaben con  el virus rápidamente en futuros encuentros.

El motivo por el cual una vacuna de esta clase podría ser poco efectiva es que la respuesta inmune innata (u otro elemento del sistema inmune del cual aún no tenemos conocimiento) podría eliminar a dicha muestra del virus antes de que el mismo sea reconocido por completo.

Como una solución a esto, el profesor Sikora propone desarrollar una vacuna que utilice células T, siendo capaz de reforzar a dicha clase de células para combatir al nuevo coronavirus con mayor facilidad. El profesor indica que esta clase de vacuna ya existe, y es utilizada en pacientes con cáncer.

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