“Un día dejé a mi hija comer todo lo que quisiera y ahora ella come todos sus vegetales”

A veces, las cosas que jamás haríamos pueden ser la solución para muchos problemas que tenemos con nuestros hijos. Sino mira lo que le sucedió a esta mamá.

"Un día dejé a mi hija comer todo lo que quisiera y ahora ella come todos sus vegetales"

Dicen que si haces siempre lo mismo no podrás esperar resultados distintos, de manera que, sin haberlo planificado, hice cosas inusuales y logré alcanzar mi meta: que mi hija coma sano y balanceado gracias a un pequeño descuido.

Mi hija adora comer saludablemente

Como todos los días antes de irse a la escuela, despido a mi hija diciéndole que no se olvide de comer su sándwich y los vegetales que le preparo. Ella responde siempre: “Sí mamita”.  Es un diálogo normal que tengo con ella y mi pequeña no me sigue la corriente ni tampoco me pelea. ¿Inusual no?

Pero esto no fue así siempre. Como todo niño, nuestra hija siempre daba vueltas y no quería comer lo que le preparaba. ¿Y qué pasó entonces? ¿Cómo fue que cambió? Lamentablemente tuvo que atravesar una mala experiencia.

Un viaje y unos dulces que lo cambiaron todo

Hace un par de años coincidieron el cumpleaños de mi hija y el último día del verano, así que para celebrar fuimos a desayunar y la dejamos que ella pidiera lo que quería. Su elección: panqueques con helado. Luego fue a visitar a unos amigos que al saber que era su cumpleaños la recibieron con dulces y galletitas.

Al final de la tarde regresábamos a casa para reunirnos con el resto de la familia, que la esperaban con torta y chocolates, pero como el viaje era un poco largo compramos algunos dulces para no pararnos a comer.

Esta mezcla de dulces y el viaje hizo que al final del día nuestra hija se descompusiera.  Nunca nos dimos cuenta que a lo largo del día —y sin proponérnoslo— dejamos a nuestra hija comer dulce tras dulce. Y nosotros no nos sentíamos mal porque comimos normal.

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Incluso en la fiesta que prepararon nuestros familiares ella empeoró al ver más comida y tuvimos que irnos, mientras yo me reprochaba cómo era posible que nos hubiéramos descuidado en su alimentación por la emoción del viaje y su cumpleaños.

No hay mejor aprendizaje que el de la propia experiencia

De manera que esa descompostura le enseñó a nuestra hija que todo radica en el equilibrio. Que cuando le decimos que debe comer su comida y también su pastel, ella mejor que nadie sabe que es mejor comer un poco de todo sin sobrepasarse para no hacer el “volcancito” después.

Siempre le decimos a nuestros hijos que tengan hábitos saludables. Les insistimos para que se laven las manos antes de comer, al llegar de la calle, al salir del baño, a cepillarse los dientes y a abrigarse. Y esto por una simple razón: porque no queremos que sufran.

Pero no existe mejor aprendizaje que el de la propia experiencia. Tal vez si mi hija no se hubiera indigestado aquel cumpleaños, mi sugerencia de comer equilibrado sería probablemente la típica y fastidiosa advertencia  que hace toda mamá.

Ahora ella sabe lo que realmente quiero decirle, y que todo lo que le digo, al fin de cuentas, es para su propio bienestar.

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