Contenidos
Nunca fui esa clase de persona que planifica mucho las cosas. No fue la excepción cuando quedé embarazada de mi primer hijo ya que no había pensado mucho en ello, solo dije: “Estoy casada y ya”. Lo más sorprendente es que nunca pensé en la posibilidad de que no me iría a gustar la fase de bebé de mi hijo porque asumía que cualquier mujer que se convertía en madre, amaba tener a su bebé junto a ella naturalmente.
Una etapa confusa y diferente
Cuando nació mi hijo quedé impresionada por el hecho de que una persona, que hace un segundo no estaba, ahora llegaba a mi vida con la responsabilidad que eso supone. Lo extraño es que no sentí ese impacto amoroso que inunda a muchas madres. Para mí, este nuevo ser era muy misterioso y por otro lado no conocía sus singularidades.
Hasta sus primeros 3 meses de vida solo me preocupaba lo que más adelante pudiera pensar de mí, algo que ahora me parece absolutamente ridículo. Sólo sé que no conocía nada de él: por qué lloraba, por qué no dormía y tampoco conocía bien lo que yo tenía que hacer ¡más allá de tratar de mantenerlo con vida!
Lo más importante de todo es que no sabía cómo hacer para que este nueva personita me amara. Además, me sentía muy extraña. Estaba agotada todo el tiempo, me sentía vacía y mareada, tenía la piel del abdomen muy blanda y había comenzado a sufrir de hemorroides. Me sentía fatal y rechazaba mi nuevo rol. Y lo digo tan sinceramente porque no me gustó para nada la etapa de recién nacido y de bebé de mi hijo.
Depender de los demás
Siempre he sido feminista, aquella que ha aprendido que una mujer es capaz de hacer cualquier cosa, y ahora mi bebé me había robado el bien más preciado: mi capacidad física y la voluntad de decir “puedo hacer lo que sea”. En ese momento dependía de mi esposo y odiaba que fuera así.
No soy de esas mujeres que pasa todo su embarazo leyendo libros de cuidado infantil y siento que, aunque lo hubiera hecho, no hubiera habido una gran diferencia. Creo que no soy del tipo de persona que aprende a hacer algo con el solo hecho de leer. Solo pensé que lo haría de alguna forma cuando llegara el momento.
Clases prenatales
No obstante, no desestimé las clases prenatales y fue allí donde nos dijeron que dividiéramos el reloj en un ciclo de 24 horas, incluyendo 6 alimentaciones para el recién nacido, de las cuales cada una tendría una duración de entre 30 minutos y una hora.
El tiempo restante quedaría para hacer lo demás: cocinar, limpiar, organizar las cosas, bañarse, pasar tiempo juntos y dormir. Me sentía desorientada tratando desesperadamente de hacer un espacio de 30 minutos para poder ver un capítulo de “Friends”.
La etapa de la lactancia
Este periodo tampoco fue fácil porque luché constantemente con un bebé que lloraba en todo momento. Siempre estaba con hambre. Cuando tenia 8 semanas comencé a alimentarlo todas las noches con biberón.
Si quería salir de casa tenía que organizar las siguientes horas incluyendo biberones, pañales, el tiempo de la alimentación y hasta el mínimo detalle: para mi era un gran dolor de cabeza.
Comienza una hermosa etapa
No obstante, las cosas comenzaron a cambiar de a poco y este ser misterioso empezó a revelar quién era realmente: balbuceaba, me sonreía, me seguía y lloraba de manera inexplicable cuando me iba de su lado.
Era un almita sensible a la que el sonido de la aspiradora lo hacía llorar. Al llevarlo en su cochecito de paseo se sentaba con las manos en alto y sonreía tocando el aire.
Un día se paró y tambaleó mientras dio sus primeros pasos. Comenzó a tratar de hablar repitiendo mi entonación. Luego dijo sus primeras oraciones y me llamaba constantemente: este era mi pequeño.
Recuerdos palpables
Hay una foto que revela estos hermosos momentos en uno de esos días en que comenzó a gustarme ser su madre. En una reunión familiar estaba sentada y él estaba parado al lado mío. Su manito tocaba mi rodilla mientras yo miraba la cámara.
En se momento mi pequeño me observaba con total adoración, como si no hubiese nadie más a su alrededor. Y justo ahí tomaron esta foto.
Esta etapa llegará pronto para tí
En ese momento, lo que estaba haciendo lo hacía muy bien, son recuerdos que muestran la profundidad de un amor especial: él era mi pequeñito y yo era su madre, hecho del cual estoy muy orgullosa ahora.
Lo cierto es que esta etapa de recién nacido y bebé no le gustará a todas. Así que si no te sientes a gusto no te preocupes, no eres una mala madre: solo debes esperar tu tiempo y esta hermosa etapa en donde se te caerá la baba por tu hijo también llegará para ti. No importa cuándo, ya llegará.
Penny Flanagan