Fiesta de revelación de género: un fenómeno que crece a nivel mundial

En los últimos tiempos ha ganado popularidad en todo el mundo como la “Baby shower”. Pero aquí se anuncia el sexo con cotillón “femenino” o “masculino”.

Fiesta de revelación de género: un fenómeno que crece a nivel mundial

Una pareja rodeada de amigos y familiares pincha una piñata blanca, de la que cae papel picado magenta. Hay abrazos, risas y un grito unánime: “es una nena”. La escena -con mayor o menor ostentación- reaparece en cientos de miles de videos que circulan por Internet. Se trata de las gender reveal parties o “fiestas de revelación de género” que tienen su epicentro en Estados Unidos.

El “color” de las ecografías

A través de parafernalia rosa o celeste, los invitados “descubren” el resultado de un análisis o de una ecografía prenatal. Comidas coloreadas, humo teñido, globos y bombas de pintura constituyen las formas más comunes de develar el misterio. En ocasiones, los progenitores conocen la respuesta. En otras, no; y encomiendan un sobre médico cerrado al party planner.

La propagación de estas celebraciones -que cada vez ganan más adeptos entre las clases medias y altas- está ligada a las redes sociales. Sólo en Youtube ya hay más de medio millón de videos desde 2008. Entre 2016 y 2017, sus reproducciones crecieron un 60%. Muchos famosos, como Jessica Alba, ya se sumaron a la “tendencia”.

Binarismo: rosa o celeste

Como explicó al diario Clarín la investigadora del CONICET Karina Felitti (miembro del Instituto de Género de la Universidad de Buenos Aires), pese al avance de los activismos feministas y disidentes, el mercado sigue ofreciendo opciones binarias. “En esta sociedad el sexo/género es clave en la definición de quiénes somos. Por eso, la primera pregunta que se le suele hacer a una persona gestante es: ‘¿nena o nene?'”.

“Los colores rosa y celeste no forman parte de ninguna costumbre antigua ni ‘natural’, sino que surgieron de forma relativamente reciente para reproducir roles de género impuestos. Tenemos que aprender que la identidad es una construcción social que está atravesada por el sistema en que vivimos”, plantea Tomás Máscolo, militante por la diversidad sexual.

Felitti suma otro aspecto al análisis: “Desde la segunda mitad del siglo XX se produjeron cambios en los modos de considerar y experimentar el embarazo. La tecnología jugó un rol clave con el desarrollo de imágenes cada vez más claras. El mercado supo correr este adelanto médico de la sala de consulta y volverlo un objeto de consumo: podemos pagar por ecografías en comercios y obtener fotos, llaveros, imanes. En este sentido, las ‘fiestas de revelación del género’ confluyen con un imperativo de mercado y un modelo de sociedad que trata de festejarlo todo”.

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Los especialistas apuntan a una necesidad de “mostrar” propia de la actualidad: se anuncia el embarazo a través de Facebook, hay pruebas de su progreso diario en Instagram y fotos de las fiestas o showers en Pinterest. En las mismas redes aparecen publicidades ​con distintos productos o servicios para antes y después del parto.

¿Puro comercio?

La ensayista y activista Mabel Bellucci dice a este diario: “En 1967 el teórico político Guy Debord publicó “La sociedad del espectáculo”. Allí anticipaba el desarrollo de la sociedad moderna, en la cual todo lo vivido se convierte en una mera representación, una mercancía. Esto cristaliza con fuerza hace quince o veinte años, con los modos de comunicación propios del mundo virtual y las nuevas tecnologías, donde hay un constante ‘como si'”.

Bellucci entiende que las “fiestas de revelación de género” reflejan además una fetichización o “idealización mercantilista del embarazo” y se pregunta por qué se desarrollan principalmente en sociedades como la estadounidense, que cuentan con aborto legal desde hace muchas décadas.

Ella lo relaciona, en parte, con el avance de las nuevas derechas neoliberales en la región y con el movimiento antiderechos, “que refuerza la implementación de imágenes del feto como si tuviera su propia autonomía del cuerpo gestante”. Al igual que Felitti, ahonda en la “humanización” del feto impulsada por algunos sectores, que lo construyen “como un ciudadano con derechos que merece reconocimiento público”.

¿Qué sucede en Latinoamérica?

El fenómeno que describen las autoras tiene eco en distintos países del mundo, incluida Argentina. ¿Pero qué ocurre aquí con las “fiestas de revelación de género”?

A diferencia de otros lugares de Latinoamérica como Costa Rica, Ecuador o México (más influenciados culturalmente por Estados Unidos), estas celebraciones no han tenido recepción.

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“En familias argentinas de clase media comenzaron a ser más frecuentes los baby showers, o las ‘despedidas de panza’ y ‘bellypainting’, dentro de grupos espirituales. En el caso de los showers, dejando de lado las excentricidades de algunas celebridades, lo que generalmente sucede es que las amigas ayudan a solventar gastos de equipamiento -cuna, cochecito, ropa-. Más allá de la crítica al consumismo, el hecho de festejar un momento de la vida sexual y reproductiva de las mujeres que estuvo por siglos silenciado habilita otras lecturas. La embarazada sexy, activa, es la protagonista del evento”, concluye Felitti.

Una mirada sobre la diversidad

Otro aspecto a explorar son los nuevos discursos que desafían las dicotomías, así como las formas preestablecidas de vivir el género y la sexualidad. El esfuerzo histórico del activismo logró que en 2012 se reconocieran legalmente las identidades autopercibidas -un importante avance en materia de visibilización y derechos-, pero la discriminación no terminó. Por eso, son cada vez más los jóvenes que se suman al reclamo de diversidad: no se resignan a un mundo en celeste y rosa que no los representa.

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